Antes de tener una estabilidad económica pasé por muchos líos para poder adaptarme a la vida en buenos aires, especialmente el tema de costos. Aquí les voy a contar la estrategia que empleé para vivir con lo mínimo mientras me hacía una vida en la ciudad de la furia.
El hospedaje
Primero busqué empleo, teniendo la suerte que de lo mio hay bastante, por la época encontré un trabajo donde me pagaban $3000 pesos como soporte técnico. Si aún no saben cómo buscar empleo recomiendo leer: Cómo conseguir trabajo en argentina.
Después fue encontrar un lugar barato para hospedarme sin importar las condiciones (dado que no tenía mucho capital). El primer lugar que elegí fue un anuncio de “habitación en casa de familia para varón” que encontré en una página, si mal no recuerdo era Alamaula. Era un depósito de $600 ARS (pesos argentinos) con una mensualidad de $1500 ARS.
La experiencia fue terrible, pequeño y lleno de cucarachas pero dentro de mi presupuesto. Allí estuve algunos meses hasta que la dueña decidió vender, darme dos semanas para buscar otro lugar y robarme la plata del depósito.
El siguiente alojamiento lo encontré buscando habitaciones individuales en facebook allí vi una oferta de una habitación single de baño compartido en un grupo de colombianos, costaba $1.600 pesos + $700 del depósito. Esta habitación tenía una muy pequeña ventana que daba a un pasillo, tenía muchísima humedad y era extremadamente pequeña, solo entraba la cama, un mueble frente a la misma y una pequeña mesita, algo muy deprimente. Los baños estaban sucios constantemente y compartía las instalaciones con 16 personas más que se robaban entre sí la comida, tenían mala higiene y no respetaban el sueño ajeno.
La comida
Viví más de un año en esas condiciones, para ahorrar lo máximo posible desayunaba en coto por $30 pesos todos los días, compraba fideos y salsa de tomate o arroz y atún para los almuerzos que llevaba a la oficina y a la noche cenaba la comida preparada que venden por peso en coto, eso sí no más de $20 a $30 pesos. A veces también compraba comida por peso en los chinos de microcentro.
Por fortuna vivía cerca del lugar de trabajo (a unos 1,6 km) más o menos unas 13 cuadras con lo cual solo me tomaba 20 minutos ir a la mañana y volver a la tarde, así en términos de transporte me ahorré bastante, incluso hubiera sido mejor si en ese momento hubiese tenido las bicicletas de EcoBici que son gratis.
Los productos de aseo personal claramente los compraba de las marcas más económicas y también aproveché el tiempo libre para hacerme algunos pesos con trabajos individuales arreglando computadoras o solucionado problemas tecnológicos.
Como premio al menos una vez cada fin de semana iba a comer a algún lugar más o menos bueno alguna cosa interesante, una buena pizza, un buen corte de carne o unos buenos fideos en Pippo.
Aprovechaba el internet del hostel tanto como podía, pues con tantas personas la conexión era bastante mala. Lavaba mi ropa a mano y con jabón (no detergente) así como lo hacíamos antes de tener lavarropas en casa, por suerte había un pequeño lavadero en el baño de emergencia, con eso y un seca ropa metálico (que aún conservo) me solucioné el problema.
A falta de mesa de planchar, improvisé la mesita de la habitación con una toalla y conseguí una plancha a vapor de la mejor marca posible, de ese modo podía tener la ropa lista para trabajar.
Nunca dejé de dar ni en la peor situación
Recuerdo que un día antes de ir a jugar un torneo de ping pong me fui a mc donalds por un cafe y un sanduche. Había un mendigo sentado adentro, le pregunté qué quería desayunar y me senté con él a comer, pasé un buen rato, tuve una buena charla donde me contó los países por donde había estado.
En otra ocasión estaba al límite, no tenía dinero y solo me quedaban $300 pesos en la tarjeta de crédito para 15 días hasta el siguiente sueldo. Fui a un McDonalds y una niña de unos 11 años me robó el puesto en la fila. La mujer delante mio se asustó pensando que le iban a robar algo del bolso, yo me quedé tranquilo pues los niños son niños ¿no?
Cuando llegó el turno de esta pequeñita a la caja preguntó cuál era la hamburguesa más barata, 12 pesos dijo el cajero, la niña sacó un monedero y comenzó a contar monedas para pagar. Sentí pena, también me sentí identificado, estar “en la inmunda” y no tener para comer. Entonces la invité un combo completo con gaseosa y papas. Me llamó la atención que tenía prisa por salir y le pregunté a lo que ella responde “es que mi hermana me está esperando afuera porque vamos a compartir”.
Ahí le pedí que llamara a su hermana (una hermosa chica de unos 18 años, sucia y con un bebé en brazos), también le compré un combo y nos sentamos los cuatro, la niña de once, su hermana con el bebe y yo. Charlamos y me contaron que en su casa eran 13 hombres y 3 mujeres, solo las 3 mujeres trabajaban vendiendo lápices y cuestiones similares.
Esas situaciones me dieron perspectiva, a comparación de ellos mi vida era un puto lujo, de ahi también gané muchas fuerzas para continuar. Para mi buena fortuna tuve un cliente que me pagó por adelantado y pude sobrevivir los 15 días restantes de ese mes.
En el tiempo libre
En el tiempo libre también hice deporte, me dediqué a jugar bastante al ping pong fui y gané a algunos torneos del circuito TMT y además llegué a tomar clases en algunos clubes. También aproveché para diseñar y llevar a cabo distintos proyectos web, algunos de los cuales me otorgaron clientes con ingresos extra.
Además a todas las circunstancias ya mencionadas, imaginen a una persona tratando de salir de la depresión después de una ruptura romántica, sin familiares ni amigos cerca. Creo que uno de los aspectos que más resulta difícil es la distancia de los seres queridos, el sentimiento de soledad en una gran ciudad donde somos completamente ajenos.
Conocí otros casos similares al mio, la depresión, así como la gripe es una enfermedad que puede afectarnos a todos, por lo cual es importante que dediquemos tiempo a nosotros mismos, a nuestra relación personal con nuestro yo interno, trabajar en el autoestima y formar conexiones sociales. Esto lo pude manejar gracias a las sesiones gratuitas de psicología que me daba la obra social en conjunto con unirme a redes de extranjeros y participar en eventos donde conocí muchas personas con las cuales suelo compartir.
Aunque la situación fue difícil al comienzo eventualmente el desarrollo profesional y la paciencia para ir solucionando problemas me fue alejando de las malas circunstancias. Lo importante es tener el temple para soportar lo malo y tratar de tomar lo mejor de cada oportunidad que se nos va presentando en el camino, eso sí, con los pies bien puestos en la tierra y no esperar que todo caiga del cielo de la noche a la mañana.
Hoy estoy contento, viviendo en un departamento amplio, con un buen salario trabajando para un banco, mis propios clientes y proyectos, sin vivir las penas del pasado, y celebrando que todo lo que en su momento fue duro hoy me complace desde la distancia al mirar hacia atrás y decir “logré superar todo esto”, ahora estoy listo para todo lo que venga…
Hace poco escribí un artículo y me dejaron un comentario en Linkedin:
Y tal vez ese artículo no refleja lo esperanzador, pero sí que es cierto que lo último que se pierde es la esperanza, así que sean valientes que seguro el sol brilla mañana en el horizonte.
Gracias por compartir tu experiencia.
¡Gracias a vos por leerme! 🙂